La sociedad en la que vivimos nos impulsa a perseguir el éxito. Nuestro modelo económico, social y cultural nos bombardea constantemente con impactos visuales y mensajes de todo tipo que nos transmiten un mensaje equívoco acerca de la relación entre el éxito en la vida y la felicidad. Durante años, la publicidad, el cine y la televisión se han centrado en mostrarnos una vida de ensueño basada en la acumulación de bienes materiales, cuantos más mejor. Mentalmente todos tenemos asociado el éxito en la vida con el éxito en el área económica/financiera de nuestra vida. Los logros aparentemente auténticos, son aquellos que nos hacen ganar dinero. El crecimiento de nuestro músculo económico es el éxito que todos ansiamos lograr. Está socialmente aceptado que aquellos que alcanzan altas cotas de poder y de riquezas materiales, son quienes han logrado el éxito en la vida. Son los supuestos triunfadores.
Sin embargo, los estudios serios acerca de la felicidad indican lo contrario. Todos los estudios realizados con sujetos en situaciones vitales cercanas a la muerte (enfermos terminales, ancianos, etc.), sin excepción, nos llevan a las mismas conclusiones, ninguna de estas personas, al preguntarles que harían si tuvieran una segunda oportunidad, deseaban bienes económicos ni materiales de ningún tipo. El concepto de la felicidad en las personas cuya vida llega a su fin, no guarda relación con la riqueza o el éxito económico. Todas estas personas, al preguntarles por la felicidad, el éxito, o por cosas que cambiarían si pudieran volver atrás, hablaban de aumentar el tiempo con sus hijos, mejorar su relación con la pareja y tenerla más en cuenta, expresar mejor sus emociones a sus seres queridos y familiares… Después de toda una vida persiguiendo el éxito económico, y dejando en segundo plano a su pareja, a sus hijos, la salud, los amigos, el ocio… las personas se dan cuenta de la verdadera importancia de las cosas y se arrepienten de no haber sido capaces de ser más felices, a través de aquello que realmente da la felicidad.
Aprendamos de estas personas, no cometamos los mismos errores, no esperemos al final de nuestra vida para darnos cuenta de que aquello que nos da la felicidad auténtica, es precisamente aquello que alejamos de nuestra vida por buscar el éxito económico y el poder: nuestros hijos y nuestras parejas. Podriamos pasar más tiempo con ellos hoy, y no dejarlo para mañana. Corremos frenéticamente detrás de un futuro exitoso, pensando que nos acercará a la felicidad, renunciando a la felicidad del día a día, a cambio de la felicidad del mañana. Pero el mañana no existe, lo único que existe es el hoy y el ahora. Sacrificamos nuestra felicidad en el presente para tratar de ser más felices en el futuro y convertimos esa situación en un hábito, de tal forma que renunciamos a la felicidad real por una felicidad futura que siempre es futura, nunca se transforma en real. Queremos tener más dinero para hacer más felices a nuestros hijos, pero dejamos de hacer aquello que realmente les haría felices: dedicarles tiempo diariamente.
No nos engañemos más: el éxito sin felicidad no es éxito.
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